Edvard Munch – L assassin (1910)
Es el ser humano la creación más desastrosa de la naturaleza, es el ser humano el mas inverosímil, el más corrupto y con mente sucia, es el ser humano la bestia ancestral depositada por los dioses para la destrucción de un planeta no hecho para ellos…
En toda ciudad, país, región, comunidad o pueblo, existe un cierto numero de enfermos mentales, psicópatas, drogadictos, violadores, todos plantados estratégicamente para hacer añicos los conceptos de leyes y normas de conducta correcta, unos 15 en lugares pequeños y cerca de 60 o más en grandes metrópolis, de los cuales, los menos comunes son los psicópatas ya que cuando existe uno o dos, llegan a secuestrar, asesinar, despedazar y devorar cerca de 300 personas cada uno, sin afán e exagerar. Después le siguen los drogadictos, seres de mala vida, con poco dinero y poco sentido para vivir, que viven para robar y roban para drogarse, son los que existen en mayor cantidad, y generalmente son los que más detiene la ley. Para cerrar con broche de oro, existen ciertos hombres (o mujeres en rara ocasión) de estos hay en dos tipos, el violador de mujeres un sucio cerdo, generalmente con problemas de conducta y de depresión que lo orillan a verse en la necesidad de satisfacer sus necesidades sexuales con mujeres a la fuerza, algunos, los mas idiotas, embarazan a la señorita violada, sin pensar en las consecuencias de sus sucios actos, sin pensar en las vidas que pueden destruir. Son cerdos a la hora del acto sexual, con un basto repertorio de parafilias. Los otros aún mas cerdos que los anteriores, son los pederastas, hombres que encuentran el placer sexual, tomando un menor de edad o una menor de edad para vaciar su porquería dentro de ellos, ha habido casos de violaciones a bebés, a niñas a niños, de todo, esta escoria humana nunca esta satisfecha y busca sólo coger, estos son más disimulados, existen maestros de instituciones educativas, sacerdotes de parroquias, padres insatisfechos con sus esposas. imbéciles, todos unos completos imbéciles.
Pero rara vez, en muy pocos lugares existe alguien como yo, un maniático, un completo adicto al asesinato y a descuartizar cuerpos hueso por hueso, un enfermo del cual todo se esperaría, pero nadie sospecha de mi, y les diré porque. Porque encajo en lo «Normal» de la sociedad, al fin y al cabo, nadie sospecharía del Director del Hospital de Especialidades de la ciudad, nadie imaginaría que un viejo como yo, con una linda esposa y 3 hijos «perfectos» y «normales», nadie imaginaría que un hombre de 49 años sería capaz de tomar dos o tres prostitutas, llevarlas a un almacén, hacerlas que follen entre ellas de una manera descomunal por horas para después darme mi final feliz.
Me encanta el final feliz, y no, no es el que todos imaginan, no es venirme en ellas o alguna cosa sexual, el final feliz, es cuando mis prostitutas, agotadas de tanto sexo se tienden en la cama y caen dormidas, se preguntarán ¿Qué tiene de divertido ver dormir a alguien? pues en breve entenderán, la sorpresa para las pequeñas que bostezaban en mi cama era… Siempre era algo diferente, algún instrumento de tortura que se me ocurriera, podía ser desde un simple bisturí, hasta una sierra eléctrica.
El día de hoy había escogido una hacha de leñador que estaba olvidada y oxidada en mi garaje, me sentaba en los pies de la cama, después hacia ruidos, la primera en despertar era la ganadora, aún que las otras tendrían su premio de consolación, muy similar al de la ganadora. Despertó primero Violeta, supongo que era su nombre artístico, su nombre de putear, se levantó, y con voz suave dijo -¡¿Qué carajo estas haciendo?!- al verme frente a la cama con el hacha levantada hasta lo más alto y apuntada a su dirección, a lo cual respondí -Es tu sorpresa, tu regalo, bienvenida a mi mundo- solté el hacha con fuerza sobre ella, de tal manera que esta se incrusto de un solo tajo en su pecho, justo en medio de sus dos senos de silicona, solté el hacha y la deje en ella, estaba clavada cerca de 8 cm dentro de ella, no grito, no gimió como lo estaba haciendo a la hora del sexo, la sangre empezó a salir a los costados del hacha, y de su boca salio escurriendo una cantidad mayor de sangre, eses espectáculo era hermoso, apenas y podía balbucear algunas tonterías que no comprendí, su cuerpo se agitaba y se comenzó a convulsionar, se agitaba cada vez con más lentitud, hasta dar un último grito de sufrimiento.
Tal imagen me generó unas intensas ganas de reírme a carcajadas, lo que provocó que las dos chicas se despertarán asustadas y tratarán de preguntar -que pas…- hasta que vieron el cuerpo inerte de su amiga, con sangre en el pecho y escurriendo a los lados de su cuello. Gritaron asustadas, y una de ellas trato de correr, rápidamente saqué el hacha y corrí tras de ella hasta encajar la hacha en su espalda y esta cayera al piso de un solo golpe, se arrastraba tratando de buscar una salida, sabía yo que su esfuerzo la haría morir mas rápido, así que deje que muriera desnuda en el piso de mi almacén. Me apresure a llegar con la otra chica para impedir que esta también escapará, cuando me acerqué a la cama no estaba, -¡Coño, nunca ninguna se me había escapado, y esta no sería la primera!- busque por todas partes, hasta que escuche una respiración un jadeo de miedo, conocía perfectamente ese jadeo, lleno de adrenalina y terror, estaba abajo de la cama.
-Pequeña señorita ¿Qué iré a hacer con usted? nunca, nadie había jugado así conmigo, será algo especial lo que te espera, de eso puedes estar segura- le dije mientras me agachaba y la jalaba fuera de la cama, tiré el cuerpo de la otra prostituta al suelo, el cual estaba frío y duro, tire a la prostituta aún viva a la cama, la amarre a la cama, primero las manos, después las piernas, abierta en compás, completamente desnuda, me excitaba tanto lo que le iba a suceder, busque algún cuchillo desesperadamente por toda la habitación, hasta encontrar aquél viejo y cuchillo cebollero que servía para las comidas familiares.
Jugué un momento con su miedo, paseaba el cuchillo por todo su cuerpo, rozaba sus rodillas, la comisura de su labios, sus pezones, temblaba de miedo y era exquisito sentir su miedo. Para empezar realicé un corte en su cara, a manera de una cirugía estética, por toda la frente, las mejillas, el mentón, la nariz en diferentes secciones, gritaba cada que lo encajaba, gritaba tan dulce y tan fuerte que yo lo hacía con mas fuerza de la que era necesaria para realizar el corte, su cara estaba completamente llena de sangre, lucía tan perfecta. Después lo hundí en forma de «Y» en todo su torso, como si diseccionara un cadáver, en su vientre lo hundí más fuerte, deseaba ver su entrañas, la delgada capa de piel se separó, una parte de grasa y unos blandos músculos se abrieron ante mi, no es necesario escribir como gritaba aquella mujerzuela , sus órganos se movían ante mi, seguían un ritmo agitado, hasta que se desvaneció, en un instante cayo desmayada, lo supe porque sus pulmones aún se movían, así que con fuerza corte su pecho para llegar hasta el esternón, era muy duro, así que use mis manos para jalar con fuerza hacia arriba hasta exponer su corazón, lo jale con tal fuerza que todas las venas y arterias empezaron a tirar sangre en chorros, me salpico toda la cara y mi cuerpo. Magnífico.
Limpie todo el desorden que había dejado con mis compañeras de la noche anterior, tiré los cuerpos en un profundo barranco junto con el hacha y el cuchillo, me subí en mi auto, tome mi libreta y apunte con tres pequeñas rayas, tres muertes más, 471, 472 y la estúpida que casi escapaba 473.
Terminé mi relato, el oficial me me miraba con asco y desprecio, esperaba recibir una tremenda bofetada, pero no, en vez de ser golpeado, me levanto y me golpeo contra la pared, me dijo que separará las piernas, otro oficial me sujeto para que no me moviera y entonces, un silencio, tomó su macana y me golpeo tan fuerte en los testículos que caí desmayado en el instante.
3 cadenas perpetuas, fue mi condena, la que dicto el Juez, camino a la prisión, el oficial que manejaba el automóvil me pregunto -¿Y dime cerdo, cómo crees que te reciban los prisioneros?- a lo cual respondí -Mejor que como yo recibí a tu esposa una noche- paro el automóvil, sabía que lo había ofendido, perfecto, me quiso bajar del auto a jalones y lo logró pues yo estaba esposado (o eso creía el) caí al suelo y comenzó a patearme múltiples veces, una tras otra, hasta que se le ocurrió golpearme en la cara, en un rápido movimiento lo tome del cuello y lo tumbe al piso, tome la escopeta del asiento del copiloto y la descargué en el, las 6 cargas.
Estaba libre, nadie sabía que estaba libre, un nuevo comienzo para mi, y no era para recapacitar, tome unos papeles del maletero de la patrulla e hice una linea, 1…
Fernando Robles S.